jueves, 20 de febrero de 2014

Review 3.0 | MAN. Museo Arqueológico Nacional

Los patios del edifico se han integrado en el museo.
Llevo un tiempo queriendo iniciar una cadena de artículos dedicados a la aplicación de tecnologías de la virtualización en iniciativas patrimoniales, museos, yacimientos arqueológicos, etc. La idea es analizar cómo se usan estas herramientas en determinados casos concretos, y mostrar cuales son sus puntos fuertes y sus puntos flojos, realizando así una crítica desde el punto de vista de un espectador ilusionado -además de historiador del arte y arqueólogo- que se dedica al desarrollo de este tipo de herramientas.

Qué mejor que dar inicio a estos artículos con una musealización que casi nos habíamos cansado de esperar: la del Museo Arqueológico Nacional de Madrid. Tuve la oportunidad de visitar ayer la nueva instalación de sus colecciones, a puerta cerrada y acompañado de una guía de excepción, un mes antes de que (¡Por fin!) se vuelva a abrir al público. Por suerte, solo quedan los últimos retoques y las herramientas didácticas funcionaban al 99%. 

Si alguien, por eso de que es un museo a estrenar en 2014, está esperando encontrarse con las últimas tecnologías (sistemas de realidad aumentada, realidad virtual, aplicaciones inmersivas, etc.) que se quite la idea de la cabeza: el nuevo MAN es un museo de disposición algo caótica (condicionado por el edificio preexistente en el que se dispone), montaje moderno (muy influido, en mi opinión, por la estética del Museo Arqueológico provincial de Alicante, MARQ) y parco en tecnologías de representación visual. Esto no impide, sin embargo, que se haya construido un discurso sólido, sencillo, contextual y muy didáctico


Pese a que existen otras herramientas (alguna pequeña aplicación interactuable, por ejemplo), la principal tecnología de apoyo al discurso del museo son los audiovisuales. Se han dispuesto una serie de vídeos de presentación a la entrada de cada una de las zonas de exposición caracterizados por su corta duración (menos de 4 minutos, ¡menos mal, que no queremos aburrir a nadie!) y acompañados de un pequeño botón que nos permite reiniciar la visualización siempre que queramos (este último sistema me parece lógico e interesante porque estamos cansados de encontrarnos con los vídeos a mitad de reproducción en las sala de los museos y tener que tragarnos la segunda mitad del vídeo antes que la primera). El discurso interno de los mismos, en general, no tiene pega y contribuye a entender mejor cada zona. 

Dicho esto, lo que resulta más controvertido es el tipo de estética visual que se ha utilizado en estos pequeños audiovisuales. Se trata, en la mayoría de los casos, de vídeos en los que se mezclan sencillas animaciones en 2D a modo de dibujo informal con reconstrucciones 3D que imitan maquetas. Entiendo como un acierto la mezcla de 2D y 3D, la fusión de distintos modos de representación para hacer el vídeo más atractivo y útil. Sin embargo, debemos preguntarnos si realmente tiene sentido presentar las ciudades como maquetas impolutas: ¿Qué queremos representar, una maqueta de la Tarraco romana o la propia Tarraco romana? ¿Por qué hacer la representación de una representación? ¿Con qué idea se queda el espectador de la imagen de una ciudad romana al observar estas reconstrucciones?

Muchas de las reconstrucciones 3D de los audiovisuales imitan maquetas. ¿No hubiera sido más lógico dar una imagen de la ciudad más realista que permita entender mejor al espectador cómo fueron estos enclaves?

Esta estrategia de representación es un arma de doble filo: resulta quizás más sencillo para el público experimentado observar la planta de la ciudad y entender la tipología de los edificios que la componen pero forma en el público menos relacionado con la arqueología una imagen del pasado que puede resultar distorsionada. Actualmente contamos con las herramientas para hacer infografías realistas, entendibles y sencillas, ¿por qué elegir su representación únicamente en forma de maqueta? Temo que la razón de este mayor esquematismo sea, no la mejor comprensión de la Antigüedad por parte de todo el mundo, sino el establecer una suerte de estética postmoderna y minimalista más acorde con los tiempos que corren en el mundo del diseño infográfico en general.

De cualquier modo, esta patente carencia de realismo en algunos de los audiovisuales se suple con la presencia de otros -al menos uno- que sí buscan una representación más cercana a la realidad y de convenientes maquetas tradicionales que, realizadas ex-novo o aprovechadas de la antigua musealización, ayudan mucho al espectador no versado a entender los restos materiales que allí podemos observar. Se echa en falta, sin embargo, la disposición de más infografías -en 2D o 3D- que expliquen mejor ciertos contextos a los que se hace alusión en el discurso del museo: casas, mezquitas, palacios, iglesias, etc. y a los que sólo te puedes acercar de forma imaginativa observando los restos allí dispuestos y alguna que otra planta o maqueta.

Esperemos que la imposición en el MAN de una estética reconstructiva en ocasiones minimalista y alejada de la realidad no condicione demasiado en este sentido al resto de museos porque puede no ser el camino correcto. No debemos olvidar que uno de los objetivos de las técnicas de virtualización es el de servir de herramienta para acercar mejor el pasado al espectador (o el espectador al pasado), no el de crear felices mundos imaginarios -caricaturescos o inmaculados- que sustituyan a lo que pudo ser nuestro pasado.

Pese a todo, los audiovisuales son de mucha calidad, conducidos por un guión inteligente y sin duda apoyan la entrada a las distintas secciones del museo, totalmente deslumbrante y renovado. Ya era hora. Se ha hecho un gran trabajo.


Nota: 7,5/10
Nota (Museo): 8,5/10

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