Ayer mismo estuve viendo por twitter imágenes de un diorama presentado en las JEMERG 2014 (Jornadas de Seguridad, Emergencias y Catástrofes) por parte de la policía científica en el que se recreaba un escenario del crimen y se mostraban sus herramientas de trabajo. No pude sino recordar nuestros intentos, por medio de estas maquetas a tamaño real o reducido, de mostrar cómo es el trabajo del arqueólogo -que, además, tiene mucho que ver con el de la policía científica, pero eso es otra historia-.
En los orígenes de la representación 3D de la realidad arqueológica, mucho antes del nacimiento de la informática y de la imagen digital realizada por ordenador, se encuentra la colocación cuidadosa de figuras realizando distintas tareas propias del trabajo del arqueólogo (excavar, medir, cribar, dibujar, fotografiar, etc.) en entornos fingidos, recreando minuciosos ambientes cargados de detalles que constituyen las delicias de los más frikis, pero también de los niños, jóvenes y no tan jóvenes, los viejos y los no tan viejos, que se quedan impresionados ante tanta figurita. Los dioramas han demostrado ser una de las herramientas más útiles de la didáctica y, sobre todo, de las que más interés suscitan en los profanos de la materia. Baste ver el Museo della Civiltà Romana -desgraciadamente hoy cerrado- y cómo, pese a las pocas visitas que tiene por estar poco promocionado, todo el mundo que va allí acaba enamorado.
Visitantes en el Museo della Civiltá Romana, contemplando una de sus maquetas. |
Disponer en un museo de arqueología de dioramas que expliquen cómo es el trabajo del arqueólogo parece imprescindible pero no es así: ni siquiera el MAN, el último gran museo en abrir sus puertas, tiene un pequeño diorama que explique cómo diablos llegan los arqueólogos a esas conclusiones. Son otro tipo de museos, fundamentalmente los etnográficos y antropológicos, los que han tirado tradicionalmente del carro en esta sentido. Pero los dioramas arqueológicos, que expliquen el trabajo llevado a cabo en el yacimiento, son fundamentales en la relación entre nuestra disciplina con la sociedad. Además, no olvidemos que nuestro objeto de trabajo es patrimonio de todos y todo el mundo merece saber cómo se trata y por qué.
A la izquierda, diorama de la estratigrafía arqueológica de un yacimiento (Anthropology Museum, Wyoming, EEUU); a la derecha, diorama del sitio arqueológico de Wat Po Si nai (Ban Chiang Museum, Tailandia). |
¿Qué imagen tiene la gente de nuestro trabajo a partir de estas representaciones? ¿Se ajustan de verdad a lo que nosotros hacemos? ¿Qué impresión ofrecen al mostrarse descontextualizadas o, peor aún, insertas en la dinámica de un museo? Muchas son las preguntas que pueden llevar a cuestionarnos este tipo de trabajos pero, en conjunto, parecen buenas iniciativas y, en muchas ocasiones, atraen más la atención de la gente que las propias piezas originales.
Dos dioramas -uno a tamaño natural y otro reducido- que muestran la ejecución de un trabajo arqueológico. |
Debemos reconocerlo, estos propios dioramas muestran cosas que a los arqueólogos nos parecen incongruentes y prácticas que serían decididamente erróneas en una excavación arqueológica. Observemos, por ejemplo, cómo en el diorama que hay sobre estas líneas, a la derecha, los muros de un edificio coinciden perfectamente con las cuadrículas excavadas al modo Wheeler. Esto es poco recomendable pues bajo los testigos ("muros" de tierra que quedan entre los cuadrantes excavados) pueden quedarse ocultos muchos muros y no quedar registrados convenientemente.
Pese a todo, ¿a quién le importa? A los arqueólogos, porque a la gente no. La gente lo que quiere ver es una imagen "compuesta" por muchos momentos simultáneos que le acabe dando una impresión general de cómo se lleva a cabo una excavación arqueológica. Este tipo de representación es realmente muy clásico y se ve ya en los vasos griegos, donde, por ejemplo, varios momentos de las bodas se representaban de forma simultánea, sin que, evidentemente, ocurrieran en el mismo momento en la realidad. Así, en un diorama arqueológico podemos ver una excavadora a punto de llevarse algo por delante, un arqueólogo trabajando sobre unos restos óseos y un operario llevando una pala y un pico a dios sabe donde. Probablemente haya otro personaje dentro del baño echando la meada. Quién sabe. Estas cosas no ocurren a la vez en una excavación arqueológica pero esto es irrelevante. Lo que importa es cómo en nuestra mente esa imagen se descompone en varios momentos consecutivos y cobra movimiento.
Pequeño diorama realizado por Jaime Almansa. |
Si continuamos por la senda de los Playmobil nos podemos encontrar muchos otros dioramas arqueológicos. Parece que estos míticos juguetes se han convertido en el arma preferida de la divulgación arqueológica mediante dioramas y constituyen una forma excepcional para conectar de forma visual con la sociedad:
Arriba (izquierda y derecha): dos vistas del diorama de la excavación de Medina Elvira (Granada); abajo a la izquierda el diorama de Atapuerca (Burgos); diorama de una excavación arqueológica realizado por un equipo francés. |
La ventaja que tiene el uso de este tipo de juguetes para la recreación del trabajo arqueológico es que predomina un esquematismo empático que permite detectar mucho antes qué son los objetos que se muestran en la escena porque se encuentran ya en el imaginario colectivo de gran parte de la población occidental. Especialmente para aquellos jóvenes que se han educado jugando con Playmobil o Lego, resulta extremadamente sencillo que entiendan qué es lo que está pasando en la escena que se presenta.
El trabajo arqueológico, tanto en su vertiente terrestre como en aquella subacuática, ha sido representado de forma bastante didáctica en al MARQ (Museo Arqueológico de Alicante), con unos dioramas muy ilustrativos. Les faltan, eso sí, las personas: son dioramas a tamaño real -o casi- completamente vacíos de gente, de almas.
Dioramas arqueológicos vacíos de gente en el MARQ |
¿No echáis nada de menos en todos los dioramas propuestos? Sí, efectivamente, falta aproximadamente el 80% del trabajo arqueológico. Sólo encontramos representaciones, en la mayoría de los casos, del trabajo de campo, pero nunca del trabajo de oficina, delante del ordenador; del trabajo de biblioteca buscando información; del trabajo de laboratorio, analizando los materiales; etc. En el imaginario colectivo seguimos imprimiendo la idea de que la arqueología es únicamente excavar y esto, en mi opinión, nos acaba pasando factura.
A día de hoy, la representación en 3D del trabajo arqueológico no ha salido, prácticamente, del formato analógico para dar paso al mundo digital. Sólo hay pequeños acercamientos, como este en el que se representa en 3D una antigua excavación en un palacio asirio de Nimrud/Kalhu (Irak):
O el propio trabajo que ocupó mi TFM sobre el Horno de Montesa, para el que recree el momento de la excavación del mismo:
A día de hoy vemos cómo estas dos propuestas todavía tienen problemas a la hora de empatizar de forma efectiva con el público y, sobre todo, adolecen de la falta de vida, de personajes animados que estén realizando sus tareas en la propia excavación. De cualquier modo, las posibilidades del 3D digital son distintas y variadas, permitiéndonos una inmersión mayor, la realización de una escena dinámica y, por lo tanto, más realista; etc. Sin duda este es otro camino importante que se va a desarrollar en el futuro y es otra de las vías más interesantes que tiene la arqueología virtual, donde todavía queda mucho por hacer.
¿Conoces otros ejemplos de dioramas arqueológicos interesantes? Enséñanoslos en los comentarios.
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